Lama de Góngora salva con una oreja una gris corrida de Fuente Ymbro

Una tarde difícil, de las que separan a los que simplemente torean de los que verdaderamente quieren ser toreros. Fuente Ymbro trajo a Sevilla una corrida desigual en presentación y muy pobre en juego: mansos, aplomados, sin transmisión, con la casta muy medida y el peligro muy seco. En ese contexto, tres jóvenes espadas se jugaron la piel —literalmente en el caso de Calerito— y, a base de pundonor, lograron emocionar a un público que llenó poco más de media plaza pero supo valorar el esfuerzo.

Lama de Góngora abrió plaza ante un toro muy justo de fuerzas y que embestía a medias, sin emplearse ni en el capote ni en el caballo. El sevillano, con oficio, firmó una faena seria, asentada sobre la zurda, donde logró robar muletazos limpios pese a la brusquedad del animal. Una estocada eficaz le valió una ovación.

En el cuarto, Lama se fue a portagayola con decisión. Juan José Domínguez saludó en banderillas y el de Fuente Ymbro sacó una embestida potable, sobre todo por el derecho. Tras un desarme inoportuno que cortó la buena racha, el sevillano se repuso con temple y logró las mejores tandas de la tarde, especialmente por ese pitón. Mató con contundencia y paseó la oreja con justicia.

Calerito saludó al segundo con una verónica templada y torera. Con la muleta comenzó muy acoplado por el derecho, ligando y rematando con limpieza, lo que animó a la banda. Sin embargo, el toro se vino abajo por el izquierdo, desinflando una faena que había comenzado con mucho empaque. La espada cayó al segundo intento y fue ovacionado.

El drama llegó en el quinto. Calerito, entregado, salió decidido pero el toro, incierto y traicionero, lo prendió de forma espeluznante nada más comenzar la faena. Lanzado por los aires, se repuso visiblemente dolorido y volvió con orgullo al ruedo. Aún dio dos series con la derecha llenas de emoción y torería antes de volver a ser alcanzado. Mató tras otro intento y, con la plaza en pie, dio una vuelta al ruedo que supo a triunfo. Fue trasladado posteriormente a un centro hospitalario con pronóstico grave.

Samuel Navalón, el más joven del cartel, no se dejó impresionar y saludó al tercero con una portagayola vibrante, seguida de verónicas limpias. Su faena, seria y templada, fue creciendo con tandas bien estructuradas a ambos lados, a pesar de la falta de fondo del toro. Remató con bernardinas ajustadas y dejó una gran estocada. Hubo petición de oreja, pero no fue mayoritaria. Dio una vuelta al ruedo con fuerza.

En el sexto volvió a jugársela en la puerta de chiqueros, pero el de Fuente Ymbro no tenía ni un pase. Se defendía con genio y sin clase. Navalón lo intentó sin premio. Mató al tercer intento y su silencio fue más reconocimiento que castigo.