Casi todo el mundo sabe que para abrir la Puerta del Príncipe en Sevilla es necesario cortar tres orejas (cuatro si actúas como único espada) pero de lo que no tantos tienen conocimiento es del origen de esta norma, y de la polémica que la precedió. Los maestrantes, propietarios del inmueble, no tuvieron más remedio que instaurarla en el año 82 del pasado siglo, después de que en el festejo de El Corpus del año anterior sacasen en hombros por la misma al maestro Manolo Vázquez, que, en trance de reaparición, cortó dos orejas a un toro de Bernardino Píriz con Curro y Paula en el cartel.

Como quiera que en ocasiones precedentes habían sido varios los toreros que habiendo cortado tres, incluso cuatro orejas, no habían tenido honor a ese privilegio, los maestrantes se hicieron eco de las voces discordantes y redactaron la citada normativa para que la salida en hombros del coso de El Baratillo hacia el paseo de Colón dejara de ser arbitraria.

Cuentan los papeles que figurones de la talla de Joselito El Gallo o Manolete, que además se doctoraron en este coso, no cuentan en su currículum con tal distinción, y que el primer torero que atravesó en volandas dicha puerta fue Juan Belmonte. Hasta entonces los toreros salían en hombros por la puerta de cuadrillas y abandonaban el coso por la calle Iris, la misma por la que acceden a la plaza las tardes de toros para hacer el paseíllo, y la misma por la que hoy en día los matadores que han cortado dos orejas y no tres se marchan de La Maestranza después de haber sido paseados en hombros por su ruedo.

Toreros hubo que, incluso cortando un rabo, vieron cómo la Puerta del Príncipe permanecía cerrada a cal y canto después de tan rotunda actuación. Es el caso, por ejemplo, de El Cordobés con el toro “Bancalero” de Carlos Núñez en 1964, o de Ruiz Miguel, tras hacer lo propio con el Miura “Gallero” en el año 71. Entrambos hitos, la actuación de Diego Puerta con “Gallineto” del Marqués de Domecq en 1968, que también ameritó los máximos trofeos y que sí permitió al torero hispalense abrir el portón “principesco”.

Una vez instaurada la norma sólo dos profesionales pueden presumir de haber paseado un rabo en el albero sevillano, el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza en 1999 de un astado de Fermín Bohórquez y José Antonio Morante de la Puebla al toro “Ligerito” de Garcigrande en este 2023.