David de Miranda abre la primera Puerta del Príncipe de la Feria de Abril 2025

Tarde importante en la Real Maestranza. Las entradas se agotaron días antes, y el ambiente estaba cargado de expectación. No era para menos: el cartel reunía a figuras con una clara promesa de triunfo. Pero solo uno logró convertir la ilusión en realidad: David de Miranda.

Cayetano, que afrontaba su última actuación en Sevilla, no encontró en sus toros el aliado deseado. El primero, protestado desde salida por su escasa fuerza, se vino abajo tras el puyazo. Cayetano, sobrio y profesional, lo intentó con pulcritud, pero sin materia prima poco pudo hacer. Mató bien y fue silenciado.
En el cuarto, se lució en un galleo por chicuelinas antes del primer puyazo. Brindó a su amigo Antonio Vega, y la música sonó pronto en su faena. Sin embargo, de nuevo se topó con un astado sin transmisión, al que toreó con paciencia, logrando pasajes sueltos de buen trazo. Estocada y descabello, y ovación final en su adiós a esta plaza.

Roca Rey también sufrió el azote del viento, que molestó en ambas faenas. El segundo, tras una vistosa rivalidad de quites con Miranda, se lesionó al inicio de faena y se apagó por completo. Silencio tras la estocada.
En el quinto, más entero el toro, el peruano lo brindó al público. Comenzó con fuerza por arriba y trató de imponerse con firmeza. Hubo una serie por la izquierda que pareció romper la faena, pero el animal nunca terminó de entregarse. Pinchazo y estocada defectuosa, con división de opiniones desde los tendidos.

Y entonces apareció David de Miranda. Ya en el tercero dejó ver sus intenciones con verónicas apretadas y un comienzo de faena de rodillas. El toro, justo de fuerza, exigía temple, y Miranda lo entendió con sabiduría. Faena a fuego lento, de menos a más, en la que fue extrayendo muletazos limpios por ambos pitones. El cierre con bernadinas caldeó el ambiente antes de una estocada que le valió una oreja, con petición mayoritaria de la segunda.

Pero lo mejor estaba por venir. El sexto fue el toro del festejo, y Miranda lo aprovechó con maestría. Chicuelinas vibrantes de saludo, estatuarios de máximo ajuste, y dos series por la derecha que encendieron la plaza. También hubo naturales de trazo largo y mando, pero fue por el pitón derecho por donde el onubense volvió a tocar la gloria. Toreo vertical, ligado, con ritmo y entrega. El toro terminó rajado, pero Miranda ya había hecho lo necesario. Estocada en todo lo alto y dos orejas unánimes. Y con ellas, la anhelada Puerta del Príncipe, primera y única en lo que va de feria.